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Las exigencias del amor
No es tan difícil amar o hacerse amar, pues hay siempre algo que brilla en alguien que seguramente ofuscar a otro. No siempre, por lo tanto, en dirección viceversa.
Lo difícil en el amor, una vez instalado, es dar continuidad a él, hacerle durar, ir más allá de los descubrimientos del verdadero yo de cada uno, tan bien disfrazado durante el tiempo de conocimiento.
El amor, al principio, nos da esa idea de eternidad, de nadie más me hará tan feliz y del no sabré vivir sin ti. Y no pocas veces descubrimos que esa eternidad es muy corta, porque el amor no supo ir más allá, no supo guardarse de la dura realidad de cada uno, del día a día que tortura con sus dificultades.
Es fácil amar para siempre cuando todo es hermoso, lleno de promesas, pero amar cuando las dificultades llegan, cuando hay que sacar la cabeza de las nubes y poner los pies en el suelo y los problemas arrebatan el sueño y los deseos, eso sí es difícil.
Para los tantos que no aprendieron a hacer durar el amor, lo que debería unir, pues dos son ciertamente más fuertes que uno, acaba separando. Es así como llegan las culpas, excusas. Queremos que el otro siga siendo el otro cuando ya no somos los mismos ...
Amar y dar continuidad al amor es dar las manos a él, abrazar más cuando es de fuerza que necesitamos, comprender por dos cuando el otro parece más frágil, estar del lado, extender el brazo, redoblar las fuerzas, el cariño, el afecto y el afecto sostener la misma tabla para atravesar las aguas turbulentas.
El amor, para que crezca, continúe, permanezca, pide sólo un poco de comprensión y exige de cada uno la humildad del saber no perfecto y amar al otro aún más cuando las nubes encubren el cielo de los dos.
El verdadero amor exige sobre todo dar las manos, el estrechar cada vez más los lazos del corazón.
Leticia Thompson
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