En Bali, Indonesia, creen que al nacer nos acompañan cuatro hermanos invisibles que
vienen al mundo con nosotros y nos protegen durante toda la vida.
Cuando un bebé está en el útero materno ya está con los cuatro hermanos, representados
por la placenta, el cordón umbilical y esa sustancia serosa de color amarillento que protege
la piel de los niños antes de nacer. Al nacer el niño, los padres guardan la mayor cantidad
posible de estos elementos ajenos al parto en sí y los meten en una cáscara de coco que
entierran junto a la puerta de la casa familiar. Según lo belineses, éste es el sagrado lugar
de descanso de los cuatro hermanos nonatos. Por eso lo cuidan durante toda su vida,
venerándolo como un santuario. Cuando adquiere uso de razón el niño aprende que
tiene cuatro hermanos que lo acompañarán vaya donde vaya, cuidándolo siempre.
Los cuatro hermanos habitan en las cuatro virtudes necesarias para encontrar la
serenidad y la felicidad: inteligencia, amistad, fuerza y poesía.
Si estamos en una situación crítica, podemos pedir a los cuatro hermanos que vengan
a sacarnos de apuro. Cuando morimos, los espíritus de nuestro cuatro hermanos
son los que llevan nuestra alma al cielo.
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