La Muerte y su fría mirada.
Hoy la he visto acercarse con su fría mirada,
y pedirme con desdén que abandonara a los míos
que renunciara a quererlos, que ella todo me lo daba,
que momento tan difícil, que atardecer tan sombrío.
Allí me encontraba solo, eso fue lo que pensaba,
aquellas paredes blancas sin un ápice de amor
reflejaban mi infortunio, las penas, miedo y dolor
y la muerte alrededor con frialdad se contoneaba.
Mis letras no van a morir. Tienen toda la vida,
que hace a los poetas inmortales; sé que tiene
invariable aversión por el amor sin despedida
cada vez que a ella voy, o que hacia mí viene.
Mis hijos me aman, son quienes jamás aciertan a despedirse,
regalo de amor que por siempre viven en mis homilías
ellos despejan dudas, se relajan y nunca sabrán morirse,
alejan con su fe la oscuridad, estos seres sabios son la familia.
Y tú Alma Gemela no puedes dar más de lo que ya me has dado,
eres océano en flujo, roca de fe que persistentemente crece,
trepando a mis arenas, y con amor real en mí te has vaciado;
ya no te quedan aguas que dar: Porque ahora me perteneces.
Jesús Quintana Aguilarte