Nuestro último viaje
(…o cómo diagnosticar una rotura cuando se ha enfriado el golpe)
Habían cruzado las nubes y un sol radiante inundaba el interior del avión. Volar fue su forma de observarse envueltos en pensamientos despojados de ovación. Se elevaron con la tranquilidad del que se sabe injustamente ingenuo. Inmediatos sintieron que aún portaban, ocultos, sutiles ambientes enrarecidos. Se habían regalado impureza en la más débil de sus últimas estaciones.
Sin embargo, y por última vez, lograron soñarse levemente parecidos. Sólo, al consentirla morir, tuvieron constancia de su ya asolada felicidad. Pero nunca consiguieron, al contrario que su avión, cruzar aquella capa de nubes. De nubes eternamente negras.
ODDEY