El mundo era una enredadera en mis venas,
que fluían en líquidos efluvios por las penas
ancladas, en los laberintos de mi coherencia
en una especie de espora de pura esencia
Pero la clarinada del destino fue un huracán
dentro de las aristas, cuyo palpitar provocan
hondos suspiros al saber que tu terrenalidad,
estaba empolvada aguardando en tu deidad
De la quimera mediadora se presentó tu figura,
en hordas dispersas en la virtopsia que apura
a la subversión, ante el ensueño de la pasión
presentada y ya aquilatada por nuestra razón
Nunca miré tanta belleza acrisolada por el sol
de lo fronterizo conocido, en el óleo del crisol
suspendido en el mito sánscrito del puro amor
bendecido, por el tupido latido del Creador
Nelson