En un pequeño pueblo de gente sencilla, tranquila, de trabajo, un caudaloso río lo separaba en dos costas y en ambas habían construido sus viviendas los pobladores.
Detalle digno de tener en cuenta era que se construyó un angosto puente para unir ambas márgenes, pero la mala suerte del vecindario fue que con el correr del tiempo un joven, hijo del pueblo, con graves problemas mentales, se pasaba todas las noches caminando, ida y vuelta por dicho puente; lo cual no era del gusto de nadie, pero, hasta entonces, no había ocasionado problemas a nadie.
Además, cabe señalar otro detalle muy peculiar, un avezado botero, ayudaba, con su bote, a cambio de un precio razonable pasar de una costa a la otra, a los clientes que deseaban utilizar tal servicio.
Cierto día, una joven y atractiva señora, entabló amistad con uno de los pocos solteros del pueblo vecino; al poco tiempo la amistad floreció y los encuentros fueron en aumento, con sumo placer para ambos.
Pasaron los días y los encuentros continuaron; eso sí, siempre en la casa del amante secreto; aprovechando el tiempo que el marido de su amada salía a su trabajo en un pueblo cercano.
Quiso el destino, que una bella tarde, los juegos del amor duraron un poco más tiempo de lo acostumbrado, y la nochecita sorprendió a los enamorados. Un beso rápido los separó y nuestra damita apuró el paso rumbo a su casa, pues se acercaba la hora del regreso de su cónyuge.
Al ver que la obscuridad ya cubría el puente, decidió no correr riesgo de toparse con el "loquito", y optó por dirigirse al puesto del botero para que éste la cruce al otro lado; al llegar recapacitó y recordó que no llevaba dinero con ella; sin dudarlo comentó al botero su delicada situación, además de asegurarle que al día siguiente le haría llegar el dinero correspondiente por el transbordo.
Para su asombro, recibió una cortante negación del susodicho. No hubo forma de hacerlo entrar en razones. El botero, explicó muy de buena manera, que era su trabajo, y no podía dejar de cobrar pues de eso dependía la manutención de su familia.
El tiempo apremiaba a la ya desesperaba señora y sin pensarlo dos veces, retornó a la casa de su amante, para relatar lo ocurrido y solicitar el costo del cruce con el bote.
Una vez más, un rotundo no, golpeó sus oídos.
No podía creer que esta vez dicha negación provenía de su amado. Con cortas palabras, su querido amante expresó que la relación entre ellos era muy pura y que no deseaba que la vil moneda sea algo que también los una. Ella reiteró el miedo que le producía el solo pensar en cruzar el puente, y rogó que la ayude a llegar a su casa antes que lo haga el marido. No consiguió convencerlo, y con lágrimas en los ojos, abandonó su casa.
Pasó nuevamente por el puesto del botero, pero comprobó que ya se había retirado. El tiempo apremiaba y empezó a correr hacia el puente, esperanzada que ningún peligro la acecharía. Se equivocó.
A los pocos pasos, ya sobre el puente, lo vió acercarse y alcanzó a gritar un entrecortado socorro...
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Bueno, ya han leído el pequeño cuentito. Ahora, tratemos, juntos, de analizarlo, veamos.
Aconsejo determinar la importancia o mejor dicho la responsabilidad de los partícipes involucrados en el desarrollo de la trama.
*Los habitantes del pueblo: que sabiendo la permanente presencia del demente en el puente, con el peligro que ello involucraba, no hicieron nada para evitarlo.
*El marido: es de suponer que su relación matrimonial, posibilitó, o tal vez incitó...a la reacción del actuar de su esposa.
*El botero: Su falta de consideración ante el pedido de ayuda de un necesitado anteponiendo la importancia de su labor.
*La esposa: abandono del hogar para satisfacer sus instintos amorosos.
*El demente: un pobre enfermo imposibilitado de discernir entre el bien y el mal.
*El amante: Encerrado en su mundo interior, rehusó ser influenciado por el mundo que lo rodea.
En un pequeño pueblo de gente sencilla, tranquila, de trabajo, un caudaloso río lo separaba en dos costas y en ambas habían construido sus viviendas los pobladores.
Detalle digno de tener en cuenta era que se construyó un angosto puente para unir ambas márgenes, pero la mala suerte del vecindario fue que con el correr del tiempo un joven, hijo del pueblo, con graves problemas mentales, se pasaba todas las noches caminando, ida y vuelta por dicho puente; lo cual no era del gusto de nadie, pero, hasta entonces, no había ocasionado problemas a nadie.
Además, cabe señalar otro detalle muy peculiar, un avezado botero, ayudaba, con su bote, a cambio de un precio razonable pasar de una costa a la otra, a los clientes que deseaban utilizar tal servicio.
Cierto día, una joven y atractiva señora, entabló amistad con uno de los pocos solteros del pueblo vecino; al poco tiempo la amistad floreció y los encuentros fueron en aumento, con sumo placer para ambos.
Pasaron los días y los encuentros continuaron; eso sí, siempre en la casa del amante secreto; aprovechando el tiempo que el marido de su amada salía a su trabajo en un pueblo cercano.
Quiso el destino, que una bella tarde, los juegos del amor duraron un poco más tiempo de lo acostumbrado, y la nochecita sorprendió a los enamorados. Un beso rápido los separó y nuestra damita apuró el paso rumbo a su casa, pues se acercaba la hora del regreso de su cónyuge.
Al ver que la obscuridad ya cubría el puente, decidió no correr riesgo de toparse con el "loquito", y optó por dirigirse al puesto del botero para que éste la cruce al otro lado; al llegar recapacitó y recordó que no llevaba dinero con ella; sin dudarlo comentó al botero su delicada situación, además de asegurarle que al día siguiente le haría llegar el dinero correspondiente por el transbordo.
Para su asombro, recibió una cortante negación del susodicho. No hubo forma de hacerlo entrar en razones. El botero, explicó muy de buena manera, que era su trabajo, y no podía dejar de cobrar pues de eso dependía la manutención de su familia.
El tiempo apremiaba a la ya desesperaba señora y sin pensarlo dos veces, retornó a la casa de su amante, para relatar lo ocurrido y solicitar el costo del cruce con el bote.
Una vez más, un rotundo no, golpeó sus oídos.
No podía creer que esta vez dicha negación provenía de su amado. Con cortas palabras, su querido amante expresó que la relación entre ellos era muy pura y que no deseaba que la vil moneda sea algo que también los una. Ella reiteró el miedo que le producía el solo pensar en cruzar el puente, y rogó que la ayude a llegar a su casa antes que lo haga el marido. No consiguió convencerlo, y con lágrimas en los ojos, abandonó su casa.
Pasó nuevamente por el puesto del botero, pero comprobó que ya se había retirado. El tiempo apremiaba y empezó a correr hacia el puente, esperanzada que ningún peligro la acecharía. Se equivocó.
A los pocos pasos, ya sobre el puente, lo vió acercarse y alcanzó a gritar un entrecortado socorro...
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Bueno, ya han leído el pequeño cuentito. Ahora, tratemos, juntos, de analizarlo, veamos.
Aconsejo determinar la importancia o mejor dicho la responsabilidad de los partícipes involucrados en el desarrollo de la trama.
*Los habitantes del pueblo: que sabiendo la permanente presencia del demente en el puente, con el peligro que ello involucraba, no hicieron nada para evitarlo.
*El marido: es de suponer que su relación matrimonial, posibilitó, o tal vez incitó...a la reacción del actuar de su esposa.
*El botero: Su falta de consideración ante el pedido de ayuda de un necesitado anteponiendo la importancia de su labor.
*La esposa: abandono del hogar para satisfacer sus instintos amorosos.
*El demente: un pobre enfermo imposibilitado de discernir entre el bien y el mal.
*El amante: Encerrado en su mundo interior, rehusó ser influenciado por el mundo que lo rodea.