"Desde joven uno se preocupa por la felicidad,
intenta darle forma a ese abstracto con dibujos mentales,
una familia, hijos, éxito, ser profesor, futbolista, ser bueno,
un asado con amigos buenos, la sonrisa perfecta de una buena mujer
que te reciba, la suave fragancia del otoño entrando a tu hogar en el crepúsculo
de las horas buenas... Uno quiere que todo cierre en un ciclo que
de sentido, para decirse: estoy aprovechando la vida.
Algunas de esas cosas suceden con menos glamour, más mezcladas
con lo cotidiano, otras ni suceden, se debe esperar por asuntos que
relevan a aquellas promesas, nuevas soluciones a la vida, y te das cuenta
que igual no cierra del todo. Tienes una edad en que aciertas en
descubrir que ni siquiera ese dibujo te sirve, no sospechabas
que te irías a repetir... Por eso es bueno bajar las expectativas
con respecto a la solución definitiva, que todo quede donde fue guardado,
y que no falte nada. Frente a esto está la solución de los momentos,
del sentir como modo de sentido el de hundirse
en el presente (el presente continuo)
para que se haga infinito por el tiempo que dure, poner cosas delante
de la muerte, muchas y buenas. Ese es el nuevo desafío cuando algo de la
cínica realidad ya alcanzó nuestra consciencia, y no podemos hacernos
los tontos porque conocemos el juego y la fantasía se apaga antes
de pestañar, necesitamos realidades, tangibles, sencillas y tiernas,
comienza el tiempo de la dulzura."
Gabriel Dancygier.
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