Barritan los elefantes
como tienen por costumbre
pero aquella madrugada
sobresaltó al duendecillo
un barritar que sonaba
a dolor y pesadumbre.
Esto fue una primavera,
ya empezaba a florecer
y aprovechando las flores
se subió a una margarita
para divisar de dónde
venía el quejido aquél.
Vió al elefante herido
y vió la herida en su pata,
se le acercó con sigilo
y al ver que no le atacaba
se sentó sobre la herida
intentando taponarla.
Estaba desesperado
¿A quién podía avisar?
Se moría el elefante
si él se movía del sitio
pero si no se movía
¿Cómo podría avisar?
Entonces oyó un murmullo
que no sabía que era
pero eran las campanillas
empezando a aflorar.
Nervioso y tembloroso
sin saber muy bien qué hacer,
la trompa del elefante
agitó su proceder
e hizo que la moviera
para que las campanillas
se agitaran por doquier.
Se despertaron las hadas
los duendes, las amapolas,
la seta donde habitaban
sus padres y sus hermanos
y todos sin dilación
fueron al punto de encuentro
para ayudar a los dos.
Elefante y duendecillo
son amigos desde entonces,
es cuestión de estar alerta
pues no es fácil verles juntos
pero yo te lo aseguro
que están aunque no los veas.
La amistad es para siempre
provenga de quien provenga.
29-Marzo -2018