A menudo pienso que vivo en un mundo surrealista, un mundo lleno de contradicciones y desequilibrio que me pide ser consecuente y equilibrada.
Un mundo que no ha sido capaz de aceptar la natural y evidente evolución del ser humano, como queriendo negarla y esconderla, no sé bien para qué o por qué.
La evolución alcanza todos los aspectos del ser y me sorprende que hoy por hoy, teniendo tanto acceso a la información no seamos capaces de avanzar en nuestros procesos conjuntamente con nuestro cambio.
En la educación, por ejemplo, seguimos modelos antiguos, sin querer aceptar que los infantes de hoy no son los mismos de antaño.
Conocer a estos nuevos seres humanos debiera ser inspiración para cambios, pero todo se mantiene en un tipo de inercia o lentitud que no va con los tiempos presentes.
Los niños y niñas del siglo XXI debieran ser educados, en sus comienzos, con la única finalidad de prepararlos a enfrentar el mundo, a conocerse y conocer su realidad y entorno, a desarrollar sus potencialidades, a despertar sus talentos.
Sólo así, ellos podrán realizar todo lo que se propongan, porque tendrán las herramientas necesarias para interpretar la realidad, crear otras opciones, tener sus propias ideas y tomar de la historia lo que sus mentes analicen, desde un abanico de posibilidades y visiones que otros les han entregado.
La libertad de pensar sólo se puede ejercer si se conocen diversas interpretaciones y se analiza con nuestro propio pensamiento.
Enseñar a aprender, aprender a soñar, soñar con un mundo mejor y mejorar este mundo siendo un aporte y ser feliz aportando.
La inteligencia se nos ha dado para usarla, pero como todo en la vida, hay que dedicarle tiempo y ejercicio, hay que darle importancia y desarrollarla, porque necesita cuidado, atención, lo mismo que los niños y niñas necesitan ser libremente orientados y estimulados, para que así logremos vivir la evolución en sincronía con la humanidad.
Lucía