La vida que tuviste en vida,
hoy no es más que el frío yerto
de esas dos cuencas vacías
que son los ojos de un muerto.
Y es el agua saltarina
en su marmórea taza,
la que baila e ilumina;
la que da vida a la plaza.
Oscuros ojos ególatras
hartos de mirar sin ver
que buscáis en el mañana
lo que no supieron ser.
No encontráis ni una mirada.
No llenáis ni un corazón.
Ni a una paloma varada
sacaréis de su sopor.
Por eso el agua, que es vida,
día a día, y sin futuro,
sólo le ofrece su canto
a los corazones puros
que a la sombra de un naranjo
y en un banco,
aunque esté duro
saborean el lamento
del recorrido del tiempo,
sin prisas ni disimulos.
MI ROSA