En una banca de madera.
Una tarde de silencio y deliciosa calma, sentada en una vieja banca de madera que ha oído historias de todas.
En paz, con mis letras y un café como compañía, mi corazón como consejero.
Asistida por la inmensidad del cielo azul y el hermoso día como testigo, dejando que mis letras remonten
las alturas, que salga lo que se anida en mi alma, en tranquilo sosiego.
El viento juega con mi cabello, diciéndome cosas al oído, bajito, mientras acaricia mi cara.
Invita con murmullos a los pinos, para que también ellos me cuenten su historia. Este día lo voy a recordar
por mucho tiempo.
No pienso en mis carencias, solo tomo nota de las bendiciones y la abundancia de lo que me rodea,
le doy espacio al corazón para sentirse libre.
Dejo de lado las culpas, omisiones, esfuerzos, arrepentimientos y remordimientos. Respiro profundo y me lleno
del momento pleno.
Realmente no necesito mucho más.
Me basta con saber que mis amores están, que no me faltan, que me tengo completa, que no estoy en pedazos,
que por fin me tengo toda.