La razón se protege a sí misma. Si nos atenemos exclusivamente a los dictados de nuestra razón,
terminamos por defender siempre y a toda costa nuestro bienestar personal.
Solamente desde la apertura de horizontes que nos regala el Señor Jesús, podemos sentirnos
interpelados y motivados a superar nuestra mezquindad.
Su forma de vivir estuvo totalmente volcada hacia Dios, con quien oraba incesantemente buscando
su voluntad; y a la vez estuvo orientada hacia sus hermanos, es decir, hacia las personas más débiles
a quienes socorrió de manera eficaz, aliviando sus enfermedades y manifestándoles un amor
personal y único.
No fue con discursos que nos exhortó a vivir la doble dimensión del amor; fue con su propia vida
que nos trasparentó la indisoluble conexión entre el amor a Dios y a los hermanos.
Reflexión dominical "La Verdad Católica"