Los amigos son flores plantadas a lo largo de nuestro camino para que sepamos encontrar primavera todo el año.
Y cuando el otoño llega lleno de belleza y melancolía, los amigos están presentes nos traen alegría; y cuando el invierno viene frío y oscuro, trayendo nostalgia y noches largas, los amigos nos traen calor y luz con el brillo de su presencia.
Y esas flores hermosas perfuman nuestra existencia y tomamos conciencia de que no estamos solos.
Si amigos son flores que duran un año o un día no hace diferencia, porque lo importante son las marcas que dejan en nuestras vidas.
Las horas compartidas, horas de cariño, amor y cuidado. Un amigo que se dona sin querer saber si va a tener un retorno, que se entrega por el placer de ver la felicidad del otro es una flor rara que merece cuidados especiales, un ser grande e importante que nos de la voluntad de llorar sólo por el hecho de saber que existe.
Es alguien que logra llegar a nuestra alma. Es un regalo de Dios.
Si todo el mundo nos da la espalda y en medio de ese mundo una flor, ni que sea una sola flor así nacer en nuestro jardín, entonces toda la vida ya habrá valido la pena.
Piense en eso...
¡Mucha paz!
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