Una de las peculiaridades físicas de la arena que
antes aprendemos –de hecho lo averiguamos espontáneamente
el primer día que vamos a la playa– es su capacidad de cambiar de
su aspecto ligero y volátil a otro pegajoso y pesado en cuanto
entra en contacto con el agua. La razón de este cambio
tan repentino de apariencia es que la arena es un sólido
muy hidrófilo, es decir, que se une con facilidad a las partículas de
agua. Las moléculas de H2O se adhieren a la sílice de la
arena y sirven de puente para atraer a más moléculas de H2O
cada vez. De ese modo, cualquier cosa húmeda,
desde una toalla a unos pies humanos, se convierte en un imán
para las partículas de arena. Una vez que el agua se evapora,
la arena vuelve a su estado inicial y se despega.
Por eso, generalmente encontramos más arena acumulada en los
lugares donde hace más calor: por ejemplo,
en el interior de ese coche
que hemos mantenido al sol durante
toda la jornada. La arena pegada en la humedad de
nuestra piel, de las toallas, de las sillas, las sombrillas
y las paletas se calienta en el coche, el agua desaparece y toda
esa cantidad de partículas amarillas cae de golpe.
De ahí que la mejor manera de evitar que nuestros
cuerpos y objetos se conviertan en transportes involuntarios
de toneladas de arena de la playa es tratar de manejar
sabiamente la humedad.
Pero ese empeño se vuelve realmente complicado en pleno verano
en la costa. Podemos evitar entrar en el mar, pero, aun así,
la humedad relativa del aire y nuestro propio sudor aportan
líquido suficiente para atraer a la arena.
La sabiduría popular hace tiempo que ha resuelto parte de
este problema. La ropa, los utensilios y el calzado que
vamos a llevar a la playa han de ser lo más abiertos
posible para evitar la humedad. Los tejidos de lino, la suela de las
alpargatas de esparto, las bolsas de arpillera, no son únicamente
una tendencia estética costera. Nacieron para reduci
r al máximo la humedad atrapa arenas. El tema de las
toallas es algo más difícil de solucionar. Estos tejidos,
por su función, han de atrapar al máximo la humedad y, por lo tanto,
también la arena. Su capacidad de atracción se puede reducir
un poco si se lavan antes de usar con un potente suavizante
que generalmente es hidrófobo (repele el agua).
Otro truco útil es utilizar polvos de talco en la piel:
el talco es incluso más hidrófilo que la arena, de manera
que absorbe más la humedad y permite que la arena se despegue.
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