He de verte, corazón, por las mañanas,
al crepúsculo inicial del nuevo día,
entre llantos y risas tan lejanas,
susurrante por ti, en dulce compañía.
Estrecharte así en sueños de milagros,
buscando para ti, el rincón que apetecías,
simulando escapar de los agravios,
que se muestran sin piedad entre tus días.
Cobijarte en tiernos versos que te sepan,
desvestir en almohadas de algodones,
en cojines de mis manos que se ahuecan,
sosteniendo en dulce paz, tus emociones.
Sabiéndote de hierro, bruñido en bella fragua,
concilio esa tierna longitud de tus ternezas,
con la fuerza que estremece como agua,
tus contornos apacibles, tus simplezas.
No lo hagas, corazón, nunca quieras,
vencer a lo invencible del destino...
Solo sigue huella clara, donde fueras,
dejando solo besos, de camino...
María Marta Britos