No, no es una broma. Existe un síndrome que se llama así y
puede que lo tengas y entiendas que todo lo que te ha estado pasando
tenía un sentido. Pero que no cunda el pánico: la cosa no es tan chunga
como podría sonar y tiene solución. Según nos cuenta Alba Aguilar,
psicóloga general sanitaria, no se trata de un síndrome como tal, sino que
“sería más bien un rasgo de la personalidad” que se asocia a “personas
altamente emocionales y sensibles a las conductas y comportamientos de los demás”.
Las ‘personas esponja’ son extremadamente receptivas y les cuesta
decir que no a las peticiones de otras porque “anteponen los problemas
de los demás a los suyos”. Por tanto, “sufren cuando no
pueden controlar el entorno”, cuenta la psicóloga. El problema
se produce cuando no se trata de un rasgo psicológico aislado.
Según Aguilar, en casos extremos “podrían formar parte de la
sintomatología de enfermedades mentales graves como
el trastorno límite de la personalidad y los trastornos ansioso-depresivos”.
De hecho, si padeces este trastorno, puede que llegues a sentirte
como un bicho raro al ver que los demás no reaccionan
de la misma forma que tú ante ciertas situaciones.
Pero, tranquilo, porque no todo es negativo: Alba Aguilar asegura
que “ser altamente sensible no significa que estés condenado al sufrimiento”.
Estas personas también gozan de ventajas y de aspectos positivos,
como ser capaces de procesar la información de una manera “mucho más profunda
y sutil”, dice Aguilar, por lo que probablemente gocen de mayor empatía,
algo indispensable para mantener relaciones de calidad. “También son más
reflexivas y analizan mejor algunas situaciones”, lo que ademá
s las convierte en “personas altamente intuitivas, aunque pueden
verse abrumadas en ciertos momentos ante tanto nivel de estimulación”, comenta.
Aunque pueda resultar agotador poseer tanta sensibilidad emocional,
lo cierto es que “es algo que puede enriquecerse de muchas maneras
identificando bien tus emociones para luego gestionarlas,
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