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General: ¿Es el amor un arte?
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: SILA4141  (Mensaje original) Enviado: 25/11/2018 16:36

¿Es el amor un arte?

En tal caso, requiere conocimiento y esfuerzo.

¿O es el amor una sensación placentera, cuya experiencia es una

cuestión de azar, algo con lo que uno «tropieza» si tiene suerte? Este

libro se basa en la primera premisa, si bien es indudable que la

mayoría de la gente de hoy cree en la segunda.

No se trata de que la gente piense que el amor carece de

importancia. En realidad, todos están sedientos de amor; ven

innumerables películas basadas en historias de amor felices y

desgraciadas, escuchan centenares de canciones triviales que hablan

del amor, y, sin embargo, casi nadie piensa que hay algo que

aprender acerca del amor.

Esa peculiar actitud se basa en varias premisas que, individualmente

o combinadas, tienden a sustentarla. Para la mayoría de la gente, el

problema del amor consiste fundamentalmente en ser amado, y no en

amar, no en la propia capacidad de amar. De ahí que para ellos el

problema sea cómo lograr que se los ame, cómo ser dignos de amor.

Para alcanzar ese objetivo, siguen varios caminos. Uno de ellos,

utilizado en especial por los hombres, es tener éxito, ser tan

poderoso y rico como lo permita el margen social de la propia

posición. Otro, usado particularmente por las mujeres, consiste en ser

atractivas, por medio del cuidado del cuerpo, la ropa, etc. Existen

otras formas de hacerse atractivo, que utilizan tanto los hombres

como las mujeres, tales como tener modales agradables y

conversación interesante, ser útil, modesto, inofensivo. Muchas de

las formas de hacerse querer son iguales a las que se utilizan para

alcanzar el éxito, para «ganar amigos e influir sobre la gente». En

realidad, lo que para la mayoría de la gente de nuestra cultura

equivale a digno de ser amado es, en esencia, una mezcla de

popularidad y sex-appeal.

La segunda premisa que sustenta la actitud de que no hay nada que

aprender sobre el amor, es la suposición de que el problema del amor

es el de un objeto y no de una facultad. La gente cree que amar es

sencillo y lo difícil encontrar un objeto apropiado para amar -o para

ser amado por él-. Tal actitud tiene varias causas, arraigadas en el

desarrollo de la sociedad moderna. Una de ellas es la profunda

 

 

 
 

 

  

 

 

 
 

 

 

 

 

transformación que se produjo en el siglo veinte con respecto a la

elección del «objeto amoroso». En la era victoriana, así como en

muchas culturas tradicionales, el amor no era generalmente una

experiencia personal espontánea que podía llevar al matrimonio. Por

el contrario, el matrimonio se efectuaba por un convenio -entre las

respectivas familias o por medio de un agente matrimonial, o también

sin la ayuda de tales intermediarios; se realizaba sobre la base de

consideraciones sociales, partiendo de la premisa de que el amor

surgiría después de concertado el matrimonio-. En las últimas

generaciones el concepto de amor romántico se ha hecho casi

universal en el mundo occidental. En los Estados Unidos de

Norteamérica, si bien no faltan consideraciones de índole

convencional, la mayoría de la gente aspira a encontrar un «amor

romántico», a tener una experiencia personal del amor que lleve

luego al matrimonio. Ese nuevo concepto de la libertad en el amor

debe haber acrecentado enormemente la importancia del objeto

frente a la de la función.

Hay en la cultura contemporánea otro rasgo característico,

estrechamente vinculado con ese factor. Toda nuestra cultura está

basada en el deseo de comprar, en la idea de un intercambio

mutuamente favorable. La felicidad del hombre moderno consiste en

la excitación de contemplar las vidrieras de los negocios, y en

comprar todo lo que pueda, ya sea al contado o a plazos. El hombre

(o la mujer) considera a la gente en una forma similar. Una mujer o un

hombre atractivos son los premios que se quiere conseguir.

«Atractivo» significa habitualmente un buen conjunto de cualidades

que son populares y por las cuales hay demanda en el mercado de la

personalidad. Las características específicas que hacen atractiva a

una persona dependen de la moda de la época, tanto física como

mentalmente. Durante los años que siguieron a la Primera Guerra

Mundial, una joven que bebía y fumaba, emprendedora y sexualmente

provocadora, resultaba atractiva; hoy en día la moda exige

más domesticidad y recato. A fines del siglo XIX y comienzos de éste,

un hombre debía ser agresivo y ambicioso -hoy tiene que ser sociable

y tolerante- para resultar atractivo. De cualquier manera, la sensación

de enamorarse sólo se desarrolla con respecto a las mercaderías

humanas que están dentro de nuestras posibilidades de intercambio.

Quiero hacer un buen negocio; el objeto debe ser deseable desde el

punto de vista de su valor social y, al mismo tiempo, debo resultarle

 

 

 

 

 
 

 

  

 

 

 

 

 

 

 

 

deseable, teniendo en cuenta mis valores y potencialidades manifiestas

 

su soledad anterior.

 

 

 

 

 

 

 

y ocultas. De ese modo, dos personas se enamoran cuando

sienten que han encontrado el mejor objeto disponible en el mercado,

dentro de los límites impuestos por sus propios valores de

intercambio. Lo mismo que cuando se compran bienes raíces, suele

ocurrir que las potencialidades ocultas susceptibles de desarrollo

desempeñan un papel de considerable importancia en tal transacción.

En una cultura en la que prevalece la orientación mercantil y en la

que el éxito material constituye el valor predominante, no hay en

realidad motivos para sorprenderse de que las relaciones amorosas

humanas sigan el mismo esquema de intercambio que gobierna el

mercado de bienes y de trabajo.

El tercer error que lleva a suponer que no hay nada que aprender

sobre el amor, radica en la confusión entre la experiencia inicial del

"enamorarse" y la situación permanente de estar enamorado, o,

mejor dicho, de «permanecer» enamorado. Si dos personas que son

desconocidas la una para la otra, como lo somos todos, dejan caer de

pronto la barrera que las separa, y se sienten cercanas, se sienten

uno, ese momento de unidad constituye uno de los más estimulantes

y excitantes de la vida. Y resulta aún más maravilloso y milagroso

para aquellas personas que han vivido encerradas, aisladas, sin

amor. Ese milagro de súbita intimidad suele verse facilitado si se

combina o inicia con la atracción sexual y su consumación. Sin

embargo, tal tipo de amor es, por su misma naturaleza, poco

duradero. Las dos personas llegan a conocerse bien, su intimidad

pierde cada vez más su carácter milagroso, hasta que su

antagonismo, sus desilusiones, su aburrimiento mutuo, terminan por

matar lo que pueda quedar de la excitación inicial. No obstante, al

comienzo no saben todo esto: en realidad, consideran la intensidad

del apasionamiento, ese estar «locos» el uno por el otro, como una

prueba de la intensidad de su amor, cuando sólo muestra el grado de

 

 

 

 

 

 

 



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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: Luisa2009 Enviado: 26/11/2018 13:42
 


 
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