Para mí la música es algo esencial, lo mismo que la lectura. No sé si podría vivir sin ambas cosas. Sin embargo, hay individuos que, para mi absoluto pasmo e incredulidad, detestan este arte. El más famoso es el gran escritor Vladímir Nabokov, uno de mis maestros literarios. En su hermoso libro autobiográfico Habla, memoria declara: “La música, siento decirlo, me afecta sólo como una sucesión arbitraria de sonidos más o menos irritantes”. Continúa despotricando durante varias frases más con su proverbial pedantería, dando a entender que es la humanidad entera la que se equivoca al empecinarse en disfrutar de ese molesto ruido. Pobre Nabokov: quizá su carácter antipático viniera de allí, de esa carencia brutal, de esa minusvalía. Cómo no amar la música, si nuestra existencia entera está ligada al ritmo primordial de las pulsaciones de la sangre.
Rosa Montero
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