Detonante
¿Acaso mereces tú este amor que te ofrezco,
esta devoción pura y sin cortapisas?
Pregúntatelo si eres quien gobierna tu hombría,
ya de derrochar tantas lágrimas me arrepiento.
Por quererte, permití materializarse el alma que no existía.
Aprenderé a decir: "Ya no te quiero".
Obstinada, verbalizo esas palabras como una letanía,
aun odiándome porque ni siquiera a mí convenzo.
Para justificarte, en buscar razones absurdas me empeño,
pero una solitaria da como resultado la criba.
Y esculpo la idea, y la fijo en mi cerebro,
es la causa de mi desapego tu evidente cobardía.
Pronunció tu lengua entrenada tantas mentiras,
porque no ruge la sangre brava en tu cuerpo
y me compensas ahora con el silencio,
me condenas (eso crees) a la incertidumbre de por vida.
¿Acaso me he ganado yo tu proceder abyecto?
El hombre que yo admiraba, hubiera encontrado otra salida.
Seguiré repitiéndolo como un mantra hasta que lo consiga:
"Ya no te quiero, imposible, ya no te quiero".
Consecuencia
De ganas, de proclives convergencias de sueños,
de hastío fantasmagórico y translúcido de vigilia,
de catar, de saborear, de fundirme en otros cuerpos,
y huir de la manoseada razón empírica.
Y no, no deliro ni miento,
si parezco orate exaltada atrevidamente satírica,
es un nimio matiz incruento,
una estupidez de amplia onda expansiva.
Soy componente básico del escarmiento
como la gata que escapa del agua fría.
De la antítesis de quien creí ser en otro tiempo,
en adelante daré cuenta y fe sobradamente explícitas.
-mdac-