¿Por que soy tan cobarde, Señor?
Me dijiste que eras el camino,
y prefiero marchar por otras sendas,
que me aportan inseguridad y egoísmo.
Me dijiste que eras la vida,
y, en cohetes de muerte,
prefiero montarme para anhelar
una alegría efímera,
una explosión placentera,
un momento de felicidad, que dura,
tanto como el tiempo en que se quema la pólvora.
¿Por que soy tan cobarde, Señor?
Sólo me pides fe,
y te respondo con promesas.
Con un “mañana te seguiré”.
Con un “tengo miedo”.
Sólo me exiges confianza,
y prefiero mirar hacia otro lado.
Porque, bien sé mi Señor,
que seguirte entraña el armarse
de valor y de fuerza, de valentía y de audacia,
de perseverancia y de intrepidez.
¿Por que soy tan cobarde, Señor?
¿Por qué me asusta tanto el navegar en tu barca?
Dímelo, Señor, ayúdame a vencer mis miedos.
A surcar los mares de tantas dificultades que me asolan.
A no quejarme de que los tiempos pasados
fueron mejores que los que ahora yo vivo.
De ti me fío, Señor, y en Ti confío:
no me dejes de tu mano, me ahogaría.
No dejes que palidezca mi fe,
necesito de luz para avanzar en mi camino.
No me des demasiadas seguridades,
pero, Señor, si que te pido, que Tú seas
mi seguridad, mi baluarte, mi esperanza,
mi riqueza, el mar por el que yo avance
con los remos de mi fuerte fe.
Y, si además Tú quieres, Señor,
haz que mi fe sea como una brújula
en medio de tantas tormentas.
Amén.