Yo sé que todo llega
y que también todo pasa,
que a las eras más felices
sigue la más triste desgracia.
La vida que deslumbra
y alegra el corazón,
para luego transformarse
en falaz desilusión.
Distancia que persigue
sueños de fe y palabras
y que no mide en el tiempo
la herida que nos causa.
Y no valen experiencias
ni días consumidos
para alcanzar la ciencia
del soplo del olvido.
Cuando observo las huellas
de paganos y cristianos,
presiento las ausencias
y el eco de sus manos.
Miro el derrotero
de insensata humanidad
que alternó la flor del arte
con la flor de la maldad.
La astucia del guerrero,
la lanza y el candil,
el hambre en la moneda,
y el gesto del servil.
Y así el hombre alcanza
placeres de este mundo
o llega a los portales
de un avanzar sin rumbo.
Hasta que un día el cuerpo
que en la razón se embarca,
no sepa si ha nacido
en la vida o en La Parca.
Por ende, ante la abrupta
visión que da la historia
entiendo que no hay muerte
si hay Dios, honor, y gloria.
Mely Bethencourt