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La amistad es saludable, y no sólo porque nos beneficie socialmente o nos sirva de respaldo emocional en momentos críticos, sino porque , prolonga la esperanza de vida, alivia dolores crónicos y retrasa el Alzheimer.
Debemos poner de nuestra parte para mantener aquellas amistades que nos interesan. Si nuestra agenda está tan llena que no podemos hacer un hueco a esas personas que requieren de nosotros, introduzcámoslas en nuestros planes. Si compartimos aficiones, como probablemente sea, pidamos a nuestro amigo que nos acompañe en las mismas . Llamadas no respondidas, citas que se fijan por mero compromiso o ese café pendiente que nunca llega suelen ser las señales más claras de que una amistad está tocando a su fin.
Un nuevo trabajo, un viaje de negocios o un cursillo pueden ser la ocasión propicia para establecer rápidamente nuevas relaciones, pero ¿qué ocurre con aquellos con los que dejamos de compartir espacio laboral o aficiones? Una vez ya no nos vemos obligados a vernos a diario y a compartir objetivos, es sencillo que la relación comience a deteriorarse por el camino del olvido, al mismo tiempo que nuevas amistades y preferencias ocupan su lugar.
Frente a la tentación de sustituir los amigos desaparecidos por otros nuevos, hemos de preservar aquellas relaciones pasadas, pues algún día las echaremos de menos. Esas son las claves de la amistad adulta: elección, confianza mutua y, especialmente, compromiso.
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