Convertido ahora en tronco seco
Fue en su mocedad, nido de nido
Con su tallo áspero y hueco
Guarda la savia de un tímido quejido
Ese muñón de erguida encina
Llegó a ser la dulce celestina
Que acuno en su seno los amores
De ávidos pájaros y delicadas flores
Las ramas ahora brazos yertos
Fueron caminos en áridos desiertos
Horadados por arrieras y gusanos peregrinos
Colores, formas y aromas
Dejaron en el su huella impresa
En cálices como almibaradas redomas
Y en la leña que un día fue corteza
ALBA