La saliva que se intercambia en un beso da información
a nuestro cerebro. Así lo explica este artículo sobre
el efecto de los besos. El cerebro analiza esa información
sensible que recibe, y si la respuesta a ese estímulo del beso
es positiva –respuesta que se obtiene en décimas de segundo–
comienza a segregar una serie de neurotransmisores
(sustancias químicas que comunican unas neuronas con otras)
y los protagonistas del beso empiezan a notar sus efectos.
Se produce entonces una serie de reacciones químicas,
que van a depender del tipo de neurotransmisores que
segregue, del porcentaje y del equilibrio entre ellos.
Los expertos describen cuatro neurotransmisores
básicos que se despiertan con el beso:
Dopamina: que nos hace sentir placer y bienestar.
Serotonina: con la que sentimos excitación y optimismo,
aunque también puede tener un efecto de ira y agresión,
en los casos de rechazo a la pareja.
Epinefrina: que aumenta la frecuencia cardiaca,
el tono muscular y la sudoración, por eso sentimos calor y que el
corazón se acelera.
La oxitocina: que genera apego y confianza.
Los besos tienen su función, y nos gustan
porque desatan una tormenta química
en nuestro cuerpo.