Gilles Deleuze, filósofo francés del siglo pasado, influenciado por el pensamiento de Foucault, se dedicó a ver la política desde el poder, las resistencias y las líneas de fuga de la historia. No habló sobre la lactancia, pero derivamos que esta es una resistencia humana que no ha podido ser cooptada ni convertida en código de barras por gracia del dios mercado, como lo explica en sus escritos.
La lactancia es un acto humano, de sobrevivencia y relación física entre la mujer y su cría. El privilegio de amamantar lo tienen uno de cada tres menores nacidos en Colombia. Los otros dos son condenados al “alimento” producido por multinacionales de la industria de alimentos procesados y los pediatras formados en la ley 100.
En la literatura médica los beneficios de la lactancia son abundantes para la formación de sistemas inmunológicos, la funcionalidad y maduración de sus órganos vitales. Y aunque es lógico el argumento, para sectores religiosos y conservadores del país la lactancia les resulta molesta por ver el pezón de la madre en boca de su hijo a la vista pública.
La lactancia no es un asunto privado. Es cuestión de salud pública y por ello el Estado está en mora de una política pública, un menor lactante tiene menos exposición a enfermedades por la insuficiencia en defensas.
La salud en Colombia está pensada en curar la enfermedad. Allí están los ingresos gruesos de los operadores privados del sistema, las EPS. Mantener la enfermedad es una estrategia lucrativa para el negocio y en eso son aliados las multinacionales de la leche de tarro: mientras más niños y niñas reciban teta, menos problemas de salud pública debe atender el Estado y menos mercado tienen las empresas Nestlé y compañía.
Por eso la estrategia sustituyente de las multinacionales ha logrado con su propaganda legitimar y vender la idea de que lo saludable es sustituir la teta. Miles de millones de pesos en lobby tan fuerte como aquel que hundió la semana pasada el proyecto de ley de etiquetado frontal.
Las EPS, llamadas a ser las garantes de la lactancia, hacen cursos mediocres para llenar formatos. En últimas prefieren, ver a los niños en urgencias siendo tratado por la obesidad, la diabetes y otras enfermedades crónicas. Menos tienen en cuenta la salud física y mental de las madres gestantes y de aquellas que recién parieron y quieren darle teta a los recién nacidos.
Obvio que quien escribe esta columna no amamanta, pero es testigo de las dificultades en el estado de ánimo de las mamás ilusionadas por entregar amor con cada apretón de pezón, a pesar de las llagas y el dolor físico. Arriba la resistencia contra la muerte.
Fuente Semanario Voz