De vez en cuando, el agua, debido a su naturaleza cristalina, de hermosas playas que existen en la región de afecto está nublada por escombros emocionales acumulados, los nuestros y otros. A veces esposible percibirlos e incluso identificarlos en la superficie. Otrosno Todo lo que puedes ver es la transparencia deteriorada.La incomodidad que incluso el masaje de las olas no puede deshacer. La espontaneidad que no aprendió a fluir. Una opresión levemente dolorosa en la garganta de los momentos compartidos. Tales escombros, entre otras cosas, pueden ser residuos de conjeturas traicioneras, ojos entrecerrados, tristeza arqueológica, fragmentos de necesidad, tonterías fermentadas, perdones mal cosidos, temores razonables y otros que no encajan. También pueden ser residuos de cosas inimaginables, creadas durante tramos de silencio ruidoso debido a la falta de ese diálogo raro que no se limita a caminar por la cabeza. Uno que tiene espacio para comenzar en el corazón. Uno que es un lugar donde nadie necesita defenderse de nadie para ofrecerse protección. El que cuando no sucede a veces se convierte en dos monólogos muy extraños, hecho de errores y sentimientos enredados por las manos de la confusión. La verdad es que, aunque quisimos hacerlo, no nos reunimos a lo largo de la larga costa de la existencia solo para compartir agradables baños en un mar de aguas claras, clima templado, risas, coco frío o una buena cerveza. La idea es genial, debe disfrutarse tanto como sea posible, pero no es solo eso. Las reuniones, especialmente aquellas que suceden con el potencial de sacar a los seres amorosos que, en esencia, ya somos, muestran nuestras bellezas sin reservas, pero también pueden enturbiar las aguas de vez en cuando. Suele pasar una hora, las nuestras, las cosas de otras personas. Generalmente llamamos a esto un problema, pero un nombre adecuado también es una oportunidad. Cuando sucede A veces tenemos tanto miedo que tratamos de convencernos a nosotros mismos de que los escombros son solo de los demás y las bellezas son solo nuestras. En otras ocasiones, puede escapar de la orilla y dejar que el otro se escape con todos los desechos, los suyos y los nuestros. Otros, también, incómodos, incómodos, como las personas que comienzan a aprender a amar tienden a serlo, solo podemos lograr entregar los escombros y extenderlos aún más, con el afán de rescatar la transparencia comprometida de cualquier manera. Quizás en esos momentos el gesto más prometedor y generoso posible es, con toda la calma que conocemos, comenzar a dejar el extraño monólogo para dialogar desde el corazón. Puede ser un riesgo descubrir juntos lo que está enturbiando el agua antes de que se contamine más. Y- Ana Jácomo
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