De un día para otro cambió nuestra vida...
Y la maquinaria del mundo se paró.
Se hizo el silencio en fábricas,
en mercados, en colegios..., sin ruido de coches,
ni bullicio de bares, ni murmullo de personas...
Nos quedamos de golpe sin trabajo, sin obligaciones,
sin entretenimiento, sin saber qué hacer... sin derechos
ni libertades.Todo lo que teníamos "tan seguro",
se esfumó. Hasta los pájaros pían con extrañeza.
Hasta el aire está "raro"...
En paz y en guerra, a la vez.
No se sabe dónde está el enemigo.
Tampoco el futuro. Calles desiertas, ciudades sitiadas.
Noticias al minuto: la curva crece y se dispara,
más infestados, más víctimas... El sistema se colapsa.
El parte se da a diario, como en la guerra...
Algo minúsculo, un trozo de ARN envuelto en proteína, un virus,
hace temblar al mundo y derrumba del pedestal de poderío
y autosuficiencia a los humanos... ¡Qué paradoja!
Y qué gran lección de humildad.
Quizás es buen momento de mirarnos "hacia adentro"
con compasión. De cuidarnos y de cuidar a los demás.
Y de mirar "hacia arriba" con esperanza. De reordenar
nuestras prioridades. De averiguar qué es lo que de verdad importa.
De aprovechar nuestro tiempo, de llenarlo -en lugar de
con cosas- con experiencias, con relaciones,
con valores inquebrantables... De ser conscientes de
nuestra condición de mortales.
Y mientras esto pasa, aquí estaremos, confinados.
Deseando que la espera no se haga eterna.
Deseando que todo esto se aleje pronto y que llegue,
de verdad, la primavera... y que nos encuentre cambiados.
enterapia psicológica
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