EL MEJOR PADRE DEL MUNDO
No me canso de decir que el hombre que he amado más en mi vida fue a mi padre, Don Ismael Vega Martell. Desde que tengo memoria aparece con su fuerte imagen de hombre cabal. Sus modales siempre pausados, y una tenue sonrisa ante las algarabías de mi madre, que de todo reía, de todo hacía una fiesta, y papi con toda la calma del mundo contemplaba la alegría del hogar donde el eje eran las nenas.
Carmiña tenga cuidado con lo que dice, con lo que hace, mire que las niñas aprenden todo muy rápido. Y es que éramos la luz de sus ojos, eso nos decía, así les decía a sus amigos cuando se reunían en la casa a jugar dóminos o íbamos todos juntos a bañarnos al mar de pasadía.
Crecí mirándolo desde abajo, pues era muy alto, altísimo, siempre el más alto del grupo de sus amigos. Era guapísimo, eso me decían mis compañeras de la universidad cuando venían a estudiar conmigo a mi hogar- Waooo, Amaralis, que guapo es tu papá- y mi corazón rebosaba de júbilo, pues me confirmaban lo que yo sospechaba.
Era muy sabio, siempre tenía el consejo justo, la palabra apropiada. Cuidaba de nosotras con su vida, buen proveedor, responsable y serio ante la adversidad, si alguna. Quería que estudiáramos mucho. Un día me dijo.- hija, estudia lo más que puedas, si en el mañana el hombre que escojas para casarte no te resulta bueno, lo dejas, porque no necesitas de su dinero, trabajarás y tendrás tu propio ingreso. Eso nos decía, y así lo entendimos.
En los cuarenta años que me acompañó a lo largo de mi vida solo lo vi llorar al morir su madre. Lloró como un niño desamparado. Quise consolarlo, pero era tanto su dolor que respeté su duelo y solamente le consolé con mi mirada nublada en lágrimas.
Hoy no está, pero su presencia sigue viva en mi mente, en mi alma. Doy gracias a mi Dios que me dio el mejor padre del Mundo. Mañana le llevaré flores al cementerio. Recordarle me consuela y sé que desde donde se encuentre sigue cuidando de sus nenas.
Carmen Amaralis Vega Olivencia