El Síndrome de Procusto es una autocondena a la mediocridad
Las personas que no se alegran por el éxito de los demás regularmente
tuvieron algún episodio de falta de reconocimiento en la infancia o
adolescencia, que son etapas clave para el desarrollo y madurez.
Las personas que sufren el Síndrome de Procusto se comparan
continuamente con los demás y piensan que, si los otros son brillantes,
significa que ellas no pueden serlo.
No pueden concebir que alguien brille más que ellos, por lo que en lugar
de esforzarse por crecer como personas y ampliar sus horizontes,
tratan de limitar las de los otros. Piensan que así todos terminarán
siendo iguales.
Sin embargo, lo más curioso es que convertirse en el personaje mitológico
significa justamente condenarse a lo que se pretende evitar: la mediocridad.
La persona que destina sus recursos a poner zancadillas a los demás
para disminuir su nivel, en realidad no crece sino que se resigna
a su mediocridad.
La persona con síndrome de Procusto usa todas sus energías
en limitar capacidades ajenas: son apagadores de sueños,
son cercenadores de esperanzas, manipuladores psicológicos
y maestros de la agresión encubierta.
Por último y no menos importante, cabe decir también que no dudan
en manipular a otros o en usar su complicidad para «acabar»
con el que más destaca.