Nunca olvidaré aquel otoño incierto
en el que cayeron lágrimas
en vez de hojas secas.
La distancia en esta época
se mide según la cantidad de palabras
que se lleva el viento
y los kilómetros hasta donde las arrastra.
Mis latidos estaban preparándose
para congelarse y romper
en la primera emoción de primavera,
que sigue después de un frío silencio
que se quiebra al finalizar el invierno.
Se escuchaba la música de la pluma
redactando un poema
sobre una hoja de árboles caducos,
con tinta a tonalidades amarillos y verdes,
tras un suspiro al final de cada punto
cuando apenas se distinguía el atardecer,
mientras mi mirada se nublaba
de recuerdos en la orilla de una lágrima.
Porque nunca olvidaré
aquel poema de otoño
donde la proposición al final del argumento
fue un adiós.
Camilo Villanueva.
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