En la medianoche del 31 de octubre, Marcos salió del portal sacudido por el miedo.
Junto a su pandilla había jugado a “truco o trato”. Después vieron una película de terror.
La velada no fue diferente de las de años anteriores, salvo que durante la película Marcos se sintió identificado con el desgraciado protagonista. Compartía con él -sorprendentemente- nombre, edad y algunas aficiones, pero el personaje moría, asesinado por un “muerto viviente” cuando se encontraba solo en su casa durante la última noche del mes de octubre.
Marcos utilizó otro camino para llegar a su casa. Cambió los habituales atajos oscuros y poco frecuentados por avenidas concurridas y luminosas.
<>, se decía para vencer el miedo, <>.
Llamó al timbre repetidas veces, pero no le abrieron la puerta, así que tomó la llave que siempre estaba debajo del felpudo y abrió él mismo. Supuso que sus padres se habían quedado dormidos. Sin embargo, encontró una nota:
“Hemos salido con los tíos. Nos quedaremos a dormir en su casa. Volveremos mañana temprano. Antes de acostarte, acuérdate de…”.
Un escalofrío le recorrió el cuerpo. Le asaltaban las imágenes de la dichosa película.
<<¿Quién iba a haberme dicho que voy a pasar sin compañía la noche de Halloween?>>, pensó.
Se acostó. Sólo quería dormir para que el tiempo pasara más deprisa.
<>, se repetía.
A pesar de todo, el sueño acabó por vencerle.
Pero se despertó entre sudores, pues a pesar de la fecha hacía calor. No obstante, al irse a dormir se había tapado hasta por encima de la cabeza, como cuando de pequeño tenía miedo a la oscuridad.
Consultó el despertador: eran las cuatro. Entonces la puerta de su habitación comenzó a abatirse.
Hubiese querido levantarse para enfrentarse a cualquiera que fuese la amenaza. Pero no podía; estaba atado a la cama.
Cuando la puerta se abrió por completo, descubrió a una criatura horrenda que se le acercaba entre risas, portando un afilado cuchillo.
Marcos se revolvía, impotente.
Todo se volvió negro…
Entreabrió los ojos, consciente de que había tenido una pesadilla y respiró aliviado. Después consultó el despertador: eran las cuatro.
La puerta de su habitación comenzó a abatirse…