El vínculo entre el sexo y la música podría parecer irrefutable.
Las estrellas del rock y del pop están rodeadas de bandadas de admiradores
sexualmente disponibles en la cima de su fertilidad, y nadie hizo la
guitarra más explícitamente fálica que Jimi Hendrix.
Y no es solo un fenómeno del rock o del pop modernos: las actuaciones
de Franz Liszt, el pianista, compositor y director húngaro, también
extasiaba a las mujeres, y un estudio publicado en el año 2000 resaltó
que en los conciertos clásicos había considerablemente más mujeres
en los asientos cercanos a las (predominantemente masculinas)
orquestas que en las filas traseras.