En el futuro, cuando recordemos el atroz 2020 y contemos
cómo fue su Navidad, lo haremos con un sabor agridulce.
Habremos puesto fin al año más terrible del que guardamos
memoria y las copas brindarán por dejar atrás lo vivido
y que llegue pronto la anunciada vacuna.
Creyentes y no creyentes, forofos del espíritu navideño y
agnósticos de este rito, todos nos veremos contagiados,
inevitablemente, por el clima emocional y alegre que flotará
esos días en el ambiente, que siempre acaba
ablandando al más reacio.
Sin embargo, las inauditas condiciones en que las
celebraremos, unidas a la pesadumbre que arrastramos
desde marzo, harán que recordemos unas Navidades
extrañas, las más raras de nuestras vidas.