En verdad, estos insectos ocupan un lugar privilegiado entre los animales beneficiosos
para la agricultura. El respeto y la veneración que siempre les han profesado los campesino
s de nuestros pueblos, les han hecho merecedores del sobrenombre mariquitas de Dios,
tal como reza la conocida cancioncilla infantil:
Mariquitita de Dios, ábrete las alas y vete con Dios (1).
Aparte de toda la rica variedad de voces con que se conoce a estos insectos en los pueblos del área castellana: mariposita de Dios, ciegalita, santita de Dios, gallinita ciega, perrita de San Juan, zapatera, sanantón, santainés, etc.
Estas creencias que consideran a la mariquita como un animal “bendito”,
son antiquísimas y se encuentran arraigadas en diferentes lugares, lenguas y culturas
del mundo. Por ejemplo, en inglés es conocida como Ladybird, ‘pajarito de
Nuestra Señora’ o God’s Little Cow, ‘vaquita de Dios’, entre otras denominaciones
; en francés, como Bête à bon Dieu; en sueco, como Marias Nyckelpiga (2), etc .
A todo esto hay que añadir el sentido simbólico que tiene el vuelo ascensional
que emprende la mariquita hacia Dios después de “contar” los dedos del niño
(o adulto) que la sostiene en su mano. El concepto del animal como puente de
unión entre Dios y el hombre -o si se prefiere, entre el macrocosmos y el microcosmos
- es fundamental para entender una creencia aparentemente cristiana que
hunde sus raíces en viejos ritos precristianos propiciatorios de fecundidad.
En las llanuras cerealistas, encontramos otro insecto cargado de una simbología opuesta
a la representada por la mariquita: el zapatero o judío, que es así como se le conoce
en algunos pueblos de La Moraña (Ávila). Aunque este insecto se asemeja en su forma
externa a la mariquita, presenta, empero, dos características que lo han estigmatizado
dentro del imaginario popular: por una parte, el macabro dibujo a modo de calavera
que parecen formar las pintas negras de su cuerpo; y por otra, la supuesta
acción dañina que ejerce -–según dicen- sobre los cultivos.
Debido al abuso de herbicidas y al exceso de fumigaciones a las que es sometido el campo,
no sólo cada vez son más escasas las mariquitas, sino también otros aliados naturales
del agricultor (aguiluchos, aves insectívoras) en su eterna lucha contra las plagas.
En tus manos está, lector, la preservación de estas joyas vivientes de las
campiñas españolas.
Luis Miguel Gómez Garrido
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