Inspiración,
cielo rosado,
casa negra, con tan sólo una ventana,
llameante. ¡Oh, ese cielo
por la ventana llameante embebido!
Desperdicios de solitarias afueras,
pequeño tallo enmarañado y lacrimal,
calavera de felicidad, esbelta, larga,
como el cráneo de un borzoi.**
¿Qué me pasa? Perdido de mí mismo,
derritiéndome en el aire y el ocaso,
farfullando y desmayado casi
sobre la basura al atardecer.
Nunca tuve tantas ganas de llorar.
Aquí está, en lo más hondo de mí.
El deseo de expulsarlo intacto,
velado levemente de humedad, tan trémulo,
jamás había sido en mí tan poderoso.
Sal, mi precioso ser,
agárrate con fuerza a un tallo,
a la ventana, aún celestial,
o a la primera lámpara encendida.
Quizá el mundo está vacío y es brutal;
nada sé —excepto que
vale la pena nacer
por el ser de este tu aliento.