DE REPENTE...
De repente todo va quedando tan simple que asusta. La gente va perdiendo algunas necesidades,
antes fundamentales y que hoy llegan a ser insignificantes.
Vamos reduciendo el equipaje y dejando en la maleta sólo las escenas y personas que valen la pena.
Las opiniones de los demás son sólo de los demás, y aunque sean sobre nosotros,
no tienen la menor importancia. Nada va a cambiar
De repente pasamos a valorar lo que tiene valor y a amar de manera diferente las verdades ya vividas.
De repente vamos soltando de la mano las certezas, porque con el tiempo ya no estamos seguros de nada.
Y de repente eso no hace la menor falta, porque lo que nos queda es ser sólo felices.
Nos hemos dado cuenta de que hoy es sólo ahora, y nada, absolutamente nada más que eso.
Paramos de juzgar, porque ya no existe bien o mal, sino la vida que cada uno eligió experimentar.
De repente lo improbable pasa a ser regla. El extremo pasa a ser el término medio,
porque en el día a día nos damos cuenta que nada es exacto, y todo llega a ser
demasiado inconstante para ser determinante o absoluto.
De repente la inversa gira reversa. Por fin entendemos que todo lo que importa es tener paz
y tranquilidad. Es vivir sin miedo, y simplemente hacer algo que alegre el corazón en ese momento.
Es tener fe. Y SOLO eso.
De repente la nostalgia se convierte en un sentimiento devastador y
descubrimos que el corazón habla más alto, entonces este sentimiento único y
profundo está por encima de cualquier razón.
De repente intentamos entender sentimientos, nunca comprensibles a los ojos de otras personas.
Descubrimos el verdadero valor de la verdad y con ella llega la plena certeza de
que tener dignidad, transparencia y rectitud de carácter son cualidades
obligatorias para vivir bien con los demás, con el mundo y, sobre todo, consigo mismo.
De repente descubrimos que los planes trazados y elegidos por nosotros son sólo nuestros,
porque de repente, en medio de nuestros planes, llegan las elecciones de Dios.
Elaine Matos
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