Las brujas modernas están en todas partes.
A veces son mujeres y a veces hombres, pero,
sin importar el género, siempre son intolerantes.
Señalan con el dedo, juzgan sin piedad.
Preparan pócimas hechas de incomprensión e
injurias. De lenguas afiladas y venenosas,
son seres tristes que tienen miedo de su propio
desconsuelo y se apoderan de un discurso que
siempre apunta al mismo blanco: denigrar
de otros. Y no es una verruga en la nariz
lo que las hace feas.