No es fácil envejecer con gracia. Hay que adaptarse a la nueva cara, nueva piel, la aparición de nuevos surcos… Hay que dejar ir la juventud sin mortificarla con una edad que no te pertenece. Es necesario hacer la paz con el aliento más corto, con la lentitud después de los excesos, con las arrugas, con las arterias, con los cabellos blancos que de repente toman el lugar de los grillos en la cabeza... Hay que hacerse nuevos y amarse en una nueva era, reinventarse, seguir siendo curiosos, reír y cepillándose los dientes para hacerlos brillar como minúsculas cargas de pólvora. Hay que cultivar la ironía, acordarse de equivocar el camino, elegir con cuidado a otros humanos, alejarse del sí mismo, volver, cantar, estar desnudos con orgullo. Envejecer como si fuese vino perfumado y hacer disfrutar el paladar, sin que se uno se acostumbre a los bostezos. Hay que caminar recto, saber llevar las cadenas, hablar en otras lenguas, detestarse con moderación. No es fácil envejecer, pero la alternativa sería morir, y yo todavía tengo muchas cosas que aprender y vivir...
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