Es una oportunidad propicia para reencontrarnos con nosotros mismos, con los hermanos, con Dios y con el acontecimiento de la Resurrección, que configura la vida de los cristianos, recordando lo que nos dice Pablo: Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación y vana nuestra fe (1Cor 15,14).
Tiempo de conversión y compromisos; cambiar la mirada, los pensamientos y las actitudes según los criterios del evangelio: Amar, perdonar, servir y luchar por la justicia.
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