Al centrar mis pensamientos en la Verdad, desecho todas aquellas ideas que me causan dolor o temor. Medito diariamente, seguro de la Verdad primordial que me asegura que he sido creado a la imagen y semejanza de Dios. Dios es el poder creativo en mis ideas, palabras y acciones. Mi fe crece y prospera cuando tengo presente que Dios es mi Fuente eterna.
La fe me bendice cada día. Sé que existe algo más allá de lo que pueden percibir mis sentidos. El universo que habito es alentador y próspero —provee amorosamente para satisfacer cada una de mis necesidades. Vivo en la presencia de Cristo, la misma presencia que moraba en Jesús. Fijo mi mente en mi luz interior. Sé que el poder de Dios se expresa en mí y a través de mí.