Desde los inicios del Imperio Romano, Enero estaba dedicado al
Dios Bifronte Janus, que mira delante y detrás:
al año que se va y al principio del que viene,
por eso lo representaban con dos rostros, uno barbudo y viejo y el otro jovencito.
Los romanos invitaban a comer al os Amigos y se intercambiaban
miel con dátiles para que pasase el sabor de las cosas y que el año siguiente sea dulce.
Esta vieja costumbre romana fue poco a poco entrando a Europa,
donde con la misma finalidad venturosa comenzaron a ofrecerse lentejas,
de las que se dice que propician la prosperidad económica del nuevo año.
En la edad media la iglesia trató de oponerse a las viejas costumbres, pero no lo consiguió,
la noche de San Silvestre que se mantuvo como la última isla pagana de las
doce noches navideñas
( comprendidas entre la Navidad y la Epifanía ),
que la iglesia consideraba como período de renovación para mejorar el año venidero.
En España, la tradición de despedir con uvas el Año,
parece que data de 1909
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