Cada mes de diciembre (e incluso antes) se llenan de luces todas las ciudades
del mundo desde hace muchísimo tiempo para celebrar la Navidad,
pero ¿realmente la gente sabe por qué se ilumina hasta último rincón más
olvidado del planeta aunque sea con una vela pequeña?
Sí, es cierto que es un ingrediente más que envuelve todo el entramado
de las fechas navideñas pero ¿se ha perdido su sentido original?
Lamentablemente la respuesta podría ser afirmativa.
Ya en el Evangelio de San Juan, Jesús dijo a los judíos:
“Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad,
sino que tendrá la luz de la vida.” Además en el catecismo también se
recoge esta afirmación: “El que cree en Él, no permanece en las tinieblas.”
En muchos países se comenzaron a encender velas desde el 8 de diciembre
día en el que celebramos la Inmaculada Concepción hasta el nacimiento de
Jesús precisamente por eso, porque la Virgen tiene en su vientre al Niño,
a la luz del mundo que iluminó toda la tierra hace más de dos mil años,
en el momento que fue envuelto en pañales en un pesebre, durante treinta
y tres años de vida, su pasión, su resurrección y hasta nuestros días, porque
no olvidemos que también en Semana Santa está presente
el Cirio Pascual, donde se vuelve a recordar que Cristo es la luz del mundo cada día.
Tenemos la oportunidad de ir por la calle y ser conscientes de que
esas luces no representan en realidad un “boom” comercial, sino más bien
identificarlas con la luz de Cristo y también la nuestra, porque no olvidemos que
los cristianos, en nuestro afán de querer parecernos a Jesús,
estamos llamados a ser luz del mundo.
|