Llega un momento en que después de toda una vida de agregar, comienzas a quitar. Eliminas los alimentos que son malos para ti. Quitas la ropa demasiado apretada o demasiado suelta. Retiras la basura que queda en los cajones junto con la antigua convicción de no ir nunca bien. Sacas tu corazón de lugares donde ya no hay amor, quitas el tiempo dedicado a perseguir a la gente. Quitas tus ojos de los que te lastiman. Quitas el poder al pasado. Quitas la culpa de tus historias y la mirada de los que hablan detrás de ti. Arrancas las malas hierbas alrededor de tus sueños, los compromisos que ensucian tus elecciones, el sí concedido para la adaptación. La verdadera riqueza no es sumar, pero si eliminar.
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