EL TÉ AMARGO
El maestro llamó al discípulo y le dijo:
-"Hace unos días que el té que me preparas no me sabe bien.
¿Has cambiado algo en su preparación?".
El dicípulo respondió:
-"No, Maestro. Son las mismas hojas y el mismo procedimiento y la misma tetera.
Espero encontréis que el gusto es el mismo de siempre".
Pocos días más tarde el Maestro habló así con su discípulo
cuando le trajo el té:
-"El té que me preparas sigue sin gustarme. Ya sé que no han cambiado las hojas,
ni el agua, ni la tetera ni el hogar. Eres tú el que ha cambiado.
Antes estabas a gusto en mi escuela, estudiabas y trabajabas a gusto
y me hacías el té con gusto. Y, por eso, me sabía bien.
Ahora ya no estás a gusto en mi presencia, trabajas a regañadientes
y me haces el té a disgusto. Por eso me sabe mal.
No quiero tomar lo que alguien prepara a disgusto.
Su resentimiento al hacerlo dañará mis entrañas al tomarlo.
Puedes marcharte si no estás aquí a gusto.
Yo mismo me haré el té cuando lo necesite".
El mejor condimento es el cariño.
El peor veneno es el rencor.
Ambos se deslizan en los manjares de la vida, en el trabajo, en el trato,
en la conversación y en la convivencia y les dan su sabor oculto
con las especias del sentimiento.