LAS TRES PUERTAS
Un joven discípulo dijo a un sabio filósofo:
- Maestro, un amigo tuyo estuvo hablando mal de ti.
Espera, le interrumpió el filosofo.
- ¿Ya hiciste pasar lo que vas a contarme
por las tres puertas?
El joven preguntó: - ¿Tres puertas?,
¿Cuáles tres puertas?
- Sí, las tres puertas: La primera es la verdad
¿Estás seguro que es totalmente cierto
lo que vas a decirme?
El discípulo respondió:
- No, lo oí comentar a unos vecinos.
- Al menos lo habrás hecho pasar
por la segunda puerta, la bondad.
Lo que quieres decirme ¿Es bueno para alguien?.
El joven contestó: - No, al contrario.
- Y la última puerta es la necesidad
¿Es necesario que yo sepa lo que quieres contarme?.
El discípulo aseveró:
- No, no es estrictamente necesario.
- Entonces dijo el sabio sonriendo:
"Si no es verdadero, ni bueno, ni necesario,
mejor será olvidarlo para siempre".
"Hermanos míos, no pretendan muchos de ustedes
ser maestros, pues, como saben,
seremos juzgados con más severidad.
Todos fallamos mucho.
Si alguien nunca falla en lo que dice,
es una persona perfecta,
capaz también de controlar todo su cuerpo.
Cuando ponemos freno en la boca de los caballos
para que nos obedezcan,
podemos controlar todo el animal.
Fíjense también en los barcos.
A pesar de ser tan grandes y de ser impulsados
por fuertes vientos, se gobiernan por un
pequeño timón a voluntad del piloto.
Así también la lengua es un miembro
muy pequeño del cuerpo,
pero hace alarde de grandes hazañas
¡Imagínense qué gran bosque se incendia
con tan pequeña chispa!
También la lengua es un fuego,
un mundo de maldad.
Siendo uno de nuestros órganos,
contamina todo el cuerpo y,
encendida por el infierno,
prende a su vez fuego a todo el curso de la vida"
Santiago 3:1-6
(A./D.)