Se ha definido la sensibilidad como la “capacidad para percibir sensaciones
a través de los sentidos, o para sentir moralmente“, y “capacidad o propensión natural
de las personas a emocionarse ante la belleza y los valores estéticos o ante
sentimientos como el amor, la ternura o la compasión“.
Y es que los seres humanos no somos frías máquinas o muñecos
de cartón piedra. Tenemos sentimientos. Los psicólogos dicen que de eso
no se escapa nadie, ni las personas prominentes en puestos de poder
ni las que pueda parecer que se han endurecido por su lucha con la vida.
Todos somos humanos y sentimos en mayor o menos grado lo mismo.
Todos sentimos, por ejemplo, el efecto de una caricia, el estímulo
de una palabra de ánimo, el dolor físico o emocional, el cobijo del amor
cuando se nos da, la dicha de amar a otros nosotros mismos, la evasión de soñar,
la tristeza de un desamor, la ilusión por alcanzar alguna meta, la satisfacción de
lograrla, el efecto del arte o de la música en nuestra alma, etc.
Eso es la sensibilidad, algo que es innato en nosotros.
Sin embargo, hay que decir para que quede claro que la sensibilidad
no es mera sensiblería. Eso es otra cosa que nada tiene que ver con un
sentimiento sincero. La sensiblería se define como “sentimentalismo exagerado,
trivial o fingido”. En cambio la sensibilidad es una cualidad real y sincera que
brota de lo más profundo del alma humana.
Esteban López
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