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Vida Cristiana: Creciendo en su voluntad
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De: solo tu gracia  (Mensaje original) Enviado: 20/11/2011 20:21


Creciendo en Su Voluntad


El profeta Eliseo realizó diversos milagros durante su ministerio, que nos ayudan a comprender muchas cosas en el día de hoy. Sin embargo, este es al parecer uno de los más “sencillos” pero de mucha ayuda y que nos hace entender varias verdades para crecer en su voluntad en conjunto con nuestra Iglesia Local.

Lectura: 2 Reyes 6:1-7

6:1 Los hijos de los profetas dijeron a Eliseo: He aquí, el lugar en que moramos contigo nos es estrecho.
6:2 Vamos ahora al Jordán, y tomemos de allí cada uno una viga, y hagamos allí lugar en que habitemos. Y él dijo: Andad.
6:3 Y dijo uno: Te rogamos que vengas con tus siervos. Y él respondió: Yo iré.
6:4 Se fue, pues, con ellos; y cuando llegaron al Jordán, cortaron la madera.
6:5 Y aconteció que mientras uno derribaba un árbol, se le cayó el hacha en el agua; y gritó diciendo: ¡Ah, señor mío, era prestada!
6:6 El varón de Dios preguntó: ¿Dónde cayó? Y él le mostró el lugar. Entonces cortó él un palo, y lo echó allí; e hizo flotar el hierro.
6:7 Y dijo: Tómalo. Y él extendió la mano, y lo tomó.

Comentario:

Este sencillo relato aparece como un incidente menor en la vida de Eliseo y quizá lo eclipsaron dos historias mucho más dramáticas como lo fueron la sanidad de Naamán y la ceguera del ejército sirio. El milagro de un hacha de hierro que flota en el agua, nos introduce en algunos aspectos adicionales de la vida comunal de los profetas y de la actitud de Eliseo hacia ellos. Además, estos aspectos adicionales son grandes lecciones para nosotros.

El grupo de profetas que propone un cambio de domicilio para su “lugar de habitación” es probablemente el que estaba radicado en Gilgal, pues allí se encontraba Eliseo según 2 Reyes 4:38. Además, Gilgal estaba relativamente cerca del río Jordán (unos 3 km. del lugar donde ellos proponían levantar un nuevo edificio). El argumento utilizado para el cambio era que el lugar que ocupaban en Gilgal les resultaba estrecho.

Sin duda, cualquiera fuese el lugar de residencia de Eliseo, sería natural que muchos de los “hijos de los profetas” se congregaran para recibir su instrucción, su consejo, y el beneficio de sus oraciones. Los milagros que realizaba Eliseo atraían la atención de muchos y la reciente cura milagrosa de la lepra de Naamán debe haber tenido gran resonancia nacional. Por un lado, por tratarse del general de un ejército enemigo y por otro porque, a pesar de haber muchos leprosos en Israel, ninguno de ellos había sido objeto de un milagro de sanidad tan notable Lucas 4:27.

También ha que considerar la severidad del castigo sobre Giezi a quien se le pegó la lepra de Naamán, sin duda se divulgó en la comunidad y seguramente él fue echado fuera de la ciudad y excluido de la misma. Este hecho habrá provocado temor reverencial y renovados votos de dedicación al Señor por parte de otros miembros. Además, es muy probable que el impacto de estos hechos recientes haya resultado en un mayor interés por los asuntos de Dios. También pudo haber generado un despertar espiritual en algunos jóvenes que decidieron unirse a la comunidad de los profetas estudiantes donde residía Eliseo, su principal protagonista. Ante este crecimiento numérico se vieron impulsados a compartir su preocupación de que el espacio que disponían ya les resultaba insuficiente: “El lugar en que moramos contigo nos es estrecho” (6.1).

Cuando en nuestro servicio al Señor se nos presenta un problema de esta índole, aun que contrae un mayor trabajo y tiempo, ya que se debe asistir a más reuniones, se requiere de una mayor entrega y destinar mas recursos; esto siempre es un motivo de gozo y gratitud al Señor. Ya sea que se trate de un sencillo lugar donde los santos se reúnen, de acuerdo con la escritura a fin de perseverar en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones Hechos 2:42 y así honrar al Señor, pero si el espacio se torna insuficiente es señal de que el Señor está extendiendo su mano de bendición para alcanzar y cambiar a más personas para su gloria. Así lo fue para este grupo de discípulos de Eliseo.

Consideremos, pues, el plan propuesto y el inesperado incidente del hacha que fue puesta a flote. Examinaremos primero lo que la Escritura nos dice acerca de los hijos de los profetas y luego acerca del padre de los profetas.

Según se deja ver en las escrituras los hijos de los profetas (estudiantes) no tenían muchos recursos, sino mas bien estos eran escasos para ellos. Sin embargo, la pobreza no debía ser un impedimento para el avance del trabajo que ellos desarrollaban. No podían contratar constructores que se encargaran de la tarea y en su humildad no pensaron en un edificio de piedras labradas, sino que se conformaban con una sencilla cabaña de madera. En tales circunstancias se habían propuesto hacer el trabajo ellos mismos: “Hagamos un lugar en que habitemos”, y para eso tuvieron que pedir herramientas prestadas” (6.5b)

Quizá uno de los aspectos más importante es el hecho que este trabajo incluía el servicio de todos, quizás en distintas tareas, pero con el mismo objetivo y propósito: “Tomemos... cada uno una viga y hagamos...” (6.2). Existe un hermoso paralelo de este propósito en el capítulo 3 del libro de Nehemías. Este pasaje relata que hombres y mujeres, familias enteras, sacerdotes y levitas y toda suerte de artesanos trabajaron en forma conjunta en la reconstrucción del muro de Jerusalén. Nehemías les exhortó: “Venid, y edifiquemos...” y ellos respondieron: “Levantémonos y edifiquemos...” Nehemias 2:17-18. Todo llamado a la obra es un llamado a construir y no hay nada mejor para producir un espíritu de unidad y compañerismo que trabajar esforzadamente (con transpiración y cansancio, si fuere necesario) en las obras que Él ha preparado de antemano para que las hagamos en su voluntad. (Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. Efesios 2:10

En el Nuevo Testamento esta verdad cobra mayor alcance pues se aplica a la Iglesia de Cristo como si fuera un edificio en construcción. El apóstol Pablo nos dice que somos “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor” Efesios 2:20-21. Para realizar esta construcción, “Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros... para la edificación del cuerpo de Cristo” Efesios 4:11-12. Según el apóstol Pedro este edificio está compuesto por “piedras vivas”, refiriéndose así a todos los creyentes, nosotros, los que somos “edificados como casa espiritual” para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo 1 Pedro 2:5. Además, en este edificio, cada convertido a Cristo Jesús debe mirar cómo sobreedifica 1 Corintios 3:10.

Otra nota destacada es que los discípulos le rogaron a Eliseo que él los acompañara y esta fue una demostración de respeto y aprecio, pues no querían construir sin el consentimiento de este varón de Dios. ¿Cuantas veces ha pasado que en la Iglesia se levantan hermanos con aspiraciones de lideres, que por razones personales se quieren separar y formar una nueva congregación “su propia Iglesia” y lo hacen humanamente, no teniendo en cuenta que el terreno en que quieren pisar es santo y que están fuera de toda la voluntad de Dios, trabajando lejos de la congregación, dejando de participar en las reuniones de la iglesia local, lo que a la larga se transforma y provoca una división, lo cual esta muy lejos de lo que Dios espera de sus hijos. Es bueno si se piensa en un trabajo así, que toda la congregación este al tanto de lo que se hace y participe de este trabajo y no conformarse a esto, por el contrario estar en plena comunión con lo hermanos, de tal forma de no confiar demasiado en nuestro propio juicio o criterio, sino buscar también el consejo y la sabiduría de otras personas de mayor experiencia; ancianos, diáconos y hermanos espirituales de la Iglesia. Pero lo interesante aquí, y lo que nos muestra la escritura, es que no solo deseaban su consejo, sino también querían disfrutar de su permanente compañía y quizá aun, esperaban que él supervisara el buen orden de toda la construcción.

Los buenos discípulos siempre buscarán estar bajo buena autoridad espiritual y estar en comunión con todos los hermanos, perseverando juntos en todas las reuniones y no solo en aquellas que sólo a ellos les interesa, hay un gran sentido de colaboración y apoyo para todas las actividades de la Iglesia y no se restan de participar en ellas.

Volviendo a 2 Reyes 6:5 vemos que uno de ellos, quizá no muy experimentado en el trabajo de leñador, pegó muy fuerte con el hacha y se le escapó de las manos, y esta cayó al agua. Aquí llama la atención su honestidad pues no se excusó diciendo: “La cabeza del hacha estaba floja y se salió”, o: “Bueno, cualquiera puede tener un accidente o contratiempo como este”, sino que gritó: “¡Ah Señor mío, era prestada!”. Es bueno tomar tanto o más cuidado con lo prestado que con lo nuestro pues esto denota un agudo sentido de responsabilidad. El Señor nos enseñó que debemos amar al prójimo como a nosotros mismos, y una lógica forma de expresar nuestro amor es cuidando los bienes ajenos.

Cuando Eliseo fue invitado a acompañar a los discípulos en este programa, él conciente de la necesidad, estuvo presto y aceptó con gozo la invitación. Al ruego de ellos respondió: “Yo iré”, y el texto agrega: “Se fue pues con ellos” (6.3,4). Lo hizo sin demora, él estaba claro que era una necesidad y lo estaba viviendo con ellos y seguramente, esto refleja su interés por lo que ellos querían hacer y se identificaba con ellos, colocando de manifiesto el compañerismo en las cosas de Dios. No lo consideró un agravio a su investidura, ir a los bosques y compartir con gente más joven la vida rudimentaria a la intemperie. Tampoco pensó que participar de este trabajo manual le restaría prestigio. De hecho, él mismo empuñó un hacha y cortó un palo (6.6). La grandeza de un hombre espiritual se hace patente cuando, en forma natural, puede identificarse con personas más humildes o de una posición menor. ¡Seguramente se sentía mucho más a gusto con ellos que en la corte del rey Joram! Es también interesante recordar que sus años de labrador en Abel-mehola le habrían proporcionado valiosa experiencia en el trabajo manual y que en esta instancia le resultaría útil para colaborar y supervisar en forma práctica la nueva tarea que se estaba emprendiendo en el Señor.

Lo más llamativo del pasaje es la caída del hacha (probablemente la cabeza de la herramienta) en el río Jordán y la forma tan sencilla en que Eliseo la puso a flote en contra de las leyes físicas de la naturaleza. El peso específico del hierro es 7,84 veces mayor que el peso del agua y, por lo tanto, la fuerza de la gravedad hace que se hunda en el fondo del río. Pero el Dios de Eliseo, que creó la naturaleza, no está atado a las leyes de la misma, y puede otorgar a su siervo el poder para revertir los valores y aligerar el peso del hierro. El hombre, creado por Dios, mediante métodos científico-técnicos, logra producir agua pesada para uso en reactores nucleares. Cuánto más con su ayuda puede producir un hierro liviano que flote en el agua, para resolver el dilema de un fiel siervo suyo.

Nada escapa a la omnisciencia y omnipotencia del Señor, y su siervo, con tan solo un poco de fe en su gran Dios, puso de una manera casi natural el hacha a flote. Para ello Eliseo no empleó el mango del hacha sumergida ni se embarcó en una ceremonia aparatosa, sino que cortó “un palo” y lo sumergió en el lugar donde había caído el hacha, como señal de una orden divina para que saliera a flote. No se nos explica cómo se realizó el fenómeno sino sencillamente que “hizo flotar el hierro”. Entre líneas debemos leer que Eliseo estaba ejercitando fe al hacerlo. En el capítulo 11 de Hebreos, el autor presenta un cuadro con la galería de los héroes de la fe y en el v. 34 dice que los profetas, por fe, realizaron notables proezas. Este hecho, sin duda alguna, debe estar incluido entre esos grandes actos de fe del Antiguo Testamento.

Cuando el hierro ya flotaba y estaba visible, Eliseo le dijo al discípulo que lo sacara del agua (6.7). El discípulo “extendió la mano y lo tomó”. Esta sencilla conclusión del relato nos recuerda que en todo milagro hay una función divina y otra humana. Hay ciertas cosas que, para nosotros, son imposibles de realizar y de las cuales Dios se encarga. Sin embargo, una vez que el hierro estaba visible sobre el agua, no era responsabilidad ni de Dios, ni de Eliseo, el extraerlo del agua. Esto era algo que el discípulo podía y debía hacer. Si observamos con detenimiento los diversos milagros que realizó Jesús vamos a encontrar siempre estas dos funciones. Por una parte, la acción de Dios y por la otra, la responsabilidad de la persona que debe hacer su parte. Por ejemplo, Jesús multiplicó los panes pero los discípulos debían repartirlos; le devolvió la vida a Lázaro, pero sus allegados debían desatar sus mortajas y devolverle libertad de movimientos. En síntesis, Dios no hará por nosotros lo que nosotros mismos podemos y debemos hacer.

Al traer este relato a nuestros tiempos, podemos afirmar con toda convicción que la gracia de Dios puede levantar un corazón duro y frío como el hierro, hundido en el fango del mundo actual. Puede elevar sus afectos para interesarse en las cosas de arriba donde está Cristo sentado a la diestra de Dios y así hallar su profunda satisfacción y una gloriosa esperanza.

Somos muchos los que hemos estado sumergidos en delitos y pecados, pero Dios nos ha mostrado nuestra condición en relación con su Santidad, y hemos sido movidos por su Palabra (que es verdad) y el Santo Espíritu al arrepentimiento, llevándonos por la fe a los pies de la Cruz, donde el Hijo de Dios murió, entregando su Vida, derramando su sangre preciosa, para el perdón de nuestros innúmeros pecados y resucito al tercer día conforme a las escrituras. Ahora el es nuestro Señor y Salvador, nos ha puesto de nuevo a flote, sacándonos de la corriente de este mundo y nos ha sentado “en los lugares celestiales con Cristo Jesús”! Efesios 2:6.

Que el Señor nos ayude y nos de sabiduría.

Iván Maringuer Sanhueza



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