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General: El sentido de las escrituras, .
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De: Damarit Espinoza  (Mensaje original) Enviado: 08/04/2021 06:43

                                                     

El sentido de las escrituras, 

Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo. Job 19:25.

Una de las verdades más solemnes y más gloriosas que revela la Biblia, es la de la segunda venida de Cristo para completar la gran obra de la redención. Al pueblo peregrino de Dios, que por tanto tiempo hubo de morar en “región y sombra de muerte”, le es dada una valiosa esperanza inspiradora de alegría en la promesa de la venida de Aquel que es “la resurrección y la vida” para hacer “volver al hogar a sus hijos exiliados”. La doctrina del segundo advenimiento es verdaderamente la nota tónica de las Sagradas Escrituras. Desde el día en que la primera pareja se alejara apesadumbrada del Edén, los hijos de la fe han esperado la venida del Prometido que había de aniquilar el poder destructor de Satanás y volverlos a llevar al paraíso perdido... Enoc, que se contó entre la séptima generación descendiente de los que moraran en el Edén y que por tres siglos anduvo con Dios en la tierra, pudo contemplar desde lejos la venida del Libertador. “He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio contra todos”. Judas 14, 15. El patriarca Job, en la lobreguez de su aflicción,exclamaba con confianza inquebrantable: “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo... En mi carne he de ver a Dios; al cual veré por mí mismo, y mis ojos lo verán, y no otro”. Job 19:25-27Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 344.

Quiera el Dios de toda gracia iluminar de tal manera su entendimiento, que usted pueda distinguir las cosas eternas, para que por medio de la luz de la verdad sus propios errores, que son muchos, puedan ser descubiertos por usted tales como son, de manera que pueda llevar a cabo los esfuerzos necesarios para eliminarlos, y para que en lugar de ese fruto maligno y amargo pueda producir fruto precioso para vida eterna.

Humille delante de Dios su corazón pobre, orgulloso y justo según su propia opinión. Humíllese mucho, muchísimo; quebrántese al reconocer su pecaminosidad, y acuda a los pies de Jesús. Dedíquese a la tarea de prepararse. No descanse hasta poder decir en verdad: “Mi Redentor vive, y puesto que él vive, yo también viviré”.

Si pierde el Cielo, lo pierde todo. Si obtiene el Cielo, lo logra todo. No se equivoque en esto, se lo ruego. Hay implícitos intereses eternos. Hágalo todo cabalmente.—Testimonies for the Church 2:81.



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