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General: El santuario de Daniel 8:14
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El santuario de Daniel 8:14
Las Escrituras responden con claridad a la pregunta: ¿Qué es el Santuario? La palabra “santuario”, tal cual la usa la Biblia, se refiere, en primer lugar, al tabernáculo que construyó Moisés, como una copia de las cosas celestiales; y, en segundo lugar, al “verdadero tabernáculo” en el cielo, hacia el cual señalaba el Santuario terrenal. Muerto Cristo, terminó el ritual típico. El “verdadero tabernáculo” en el cielo es el Santuario del nuevo pacto. Y como la profecía de (Daniel 8:14) se cumple en esta dispensación, el Santuario al cual se refiere debe ser el Santuario del nuevo pacto. Cuando terminaron los 2.300 días, en 1844, hacía muchos siglos que no había Santuario en la Tierra. De manera que la profecía: “Hasta dos mil y trescientas tardes y mañanas; entonces será purificado el santuario”, se refiere indudablemente al Santuario que está en el cielo. CES 92.4
Pero aún queda la pregunta más importante por contestar: ¿Qué es la purificación del Santuario? En el Antiguo Testamento se hace mención de un servicio tal con referencia al Santuario terrenal. ¿Pero puede haber algo que purificar en el cielo? En (Hebreos 9) se enseña claramente la purificación de ambos santuarios, el terrenal y el celestial. “Casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión. Así que era necesario que las copias de las realidades celestiales fueran purificadas con esos sacrificios, pero que las realidades mismas lo fueran con sacrificios superiores que aquéllos” (Hebreos 9:22 [RVR], Hebreos 9:23 [NVI]), a saber, la preciosa sangre de Cristo.
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Se promulga la ley de Dios EXODO 31:12 18
Después que el Señor hubo dado todas esas evidencias de su poder, les dijo quién era: “Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre”. El mismo Dios que manifestó su poder entre los egipcios, dio entonces su ley:
“No tendrás dioses ajenos delante de mí.
“No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.
“No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano.
“Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó.
“Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen sobre la tierra que Jehová tu Dios te da.
“No matarás.
“No cometerás adulterio.
“No hurtarás.
“No hablarás contra tu prójimo falso testimonio.
“No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo”.
Los dos primeros mandamientos pronunciados por Jehová atacan la idolatría, porque ésta, al ser practicada, induce al hombre a sumirse muchísimo en el pecado y la rebeldía, y resultaría con el tiempo en la ofrenda de sacrificios humanos. El Señor quería proteger a su pueblo para que ni se acercara a tales abominaciones. Los cuatro primeros mandamientos se dieron para mostrar al hombre cuáles son sus deberes hacia el Altísimo. El cuarto es el eslabón que une al gran Dios con el hombre. El sábado fue dado especialmente en beneficio del hombre y para honra del Señor. Los seis últimos preceptos señalan el deber del hombre hacia sus semejantes.
El sábado había de ser una señal entre Dios y su pueblo para siempre. De esta manera se manifestaría la señal: todos los que guardaran el sábado pondrían de manifiesto mediante esa enseñanza que eran adoradores del Dios viviente, Creador de los cielos y la tierra. El sábado sería una señal entre el Señor y su pueblo mientras hubiera gente sobre la tierra que le sirviese.“Todo el pueblo observaba el estruendo y los relámpagos, y el sonido de la bocina, y el monte que humeaba; y viéndolo el pueblo, temblaron, y se pusieron de lejos. Y dijeron a Moisés: Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable Dios con nosotros, para que no muramos. Y Moisés respondió al pueblo: No temáis; porque para probaros vino Dios, y para que su temor esté delante de vosotros, para que no pequéis.
“Entonces el pueblo estuvo a lo lejos, y Moisés se acercó a la oscuridad en la cual estaba Dios. Y Jehová dijo a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: Vosotros habéis visto que he hablado desde el cielo con vosotros”. La majestuosa presencia del Señor en el Sinaí y las conmociones que produjo en la tierra su presencia, los terribles truenos y relámpagos que acompañaron la manifestación de Dios, impresionaron la mente de la gente con un temor y una reverencia tales por su sagrada majestad, que instintivamente retrocedieron delante de la subyugadora presencia del Altísimo, no fuera que no pudieran soportar su terrible gloria.
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