Cristo, el dador de la vida*
Cristo, Creador y Dados de la Vida
“EN EL principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella”. Juan 1:1-5. El mundo no vio a la divinidad en el humilde Varón de Nazaret. El unigénito Hijo del Dios infinito estuvo en el mundo, y los hombres no lo conocieron en su verdadero carácter. 1MS 348.1
“En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”. Juan 1:4. No se especifica aquí la vida física, sino la inmortalidad, la vida que es exclusivamente la propiedad de Dios. El Verbo, que estaba con Dios y que era Dios, tenía esta vida. La vida física es algo que recibe cada individuo. No es eterna ni inmortal, pues la toma de nuevo Dios, el Dador de la vida. El hombre no tiene dominio sobre su vida. Pero la vida de Cristo no era prestada. Nadie podía quitársela. “Yo de mí mismo la pongo” (Juan 10:18), dijo él. En él estaba la vida, original, no prestada, no derivada. Esa vida no es inherente en el hombre. Puede poseerla sólo mediante Cristo. No puede ganarla; le es dada como un don gratuito si cree en Cristo como su Salvador personal. “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”. Juan 17:3. Esta es la fuente de vida abierta para el mundo. 1MS 348.2
Exhortando a Timoteo, dice Pablo: “Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre. Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos. Te mando delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Jesucristo, que dio testimonio de la buena profesión delante de Poncio Pilato, que guardes el mandamiento sin mácula ni reprensión, hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo, la cual a su tiempo mostrará el bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores, el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio sempiterno”. 1 Timoteo 6:11-16. 1MS 349.1
Escribiendo Pablo otra vez dice: “Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Pero por esto fui recibido a misericordia, para que Jesucristo mostrase en mí el primero toda su clemencia, para ejemplo de los que habrían de creer en él para vida eterna. Por tanto, al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos”. 1 Timoteo 1:15-17. 1MS 349.2